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‘¿Están los clubs sin campo arruinando el golf?’, por Gonzalo Alonso Sánchez

«Nosotros tenemos los jugadores y vosotros los campos», me dijo sonriendo el presidente de un club sin campo en una reunión ‘reciente’.

Para los campos que tenemos bastantes horarios disponibles en nuestras instalaciones, esta reflexión (nada agradable) podría inducirnos a pensar que nuestra única opción es aceptar las condiciones de estas entidades. A esos clubs sin campo podría inducirles a pensar que son imprescindibles para la subsistencia de nuestras instalaciones. No obstante, tal punto de vista supone una disyuntiva falsa. Debemos recordar que los campos de golf, como entidades que invierten en infraestructuras y mantienen los estándares de calidad del deporte, tienen un valor intrínseco que debe ser reconocido y respetado por los usuarios.

El panorama del golf enfrenta una dualidad que requiere una evaluación cuidadosa y sin concesiones unilaterales: la relación entre los campos de golf y los club sin campo, otras asociaciones que agrupan a jugadores (AESGOLF, por ejemplo) e, incluso, las actividades de las competiciones federativas que, en muchas ocasiones, centran toda su voluntad en la satisfacción y participación del federado olvidándose de que los campos de golf no se mantienen organizando eventos para ellas.

Aunque estos clubs y asociaciones pueden presentarse como una fuente de clientela para los campos, no debemos perder de vista que la calidad de esa clientela varía significativamente.
 

 
Pensando en esto, que lo pienso más veces de las que me gustaría para mi desgracia, me viene a la cabeza la historia de Severiano Ballesteros, una leyenda del golf que comenzó su viaje en una playa y golpeando bolas contra una red de pesca en su casa, todo ello en tiempos en los que jugar al golf era netamente más complejo que ahora. Si no hubiese sido por la existencia de un campo de golf en la misma localidad donde residía, nos hubiésemos perdido a uno de los mayores talentos del deporte español.

Esto me hace pensar en la importancia que tiene aglutinar jugadores, pero también en la importancia que tienen los campos de golf para que esos jugadores puedan practicar nuestro deporte. Prueba de ello es que estos clubs sin campo y asociaciones no hacen más que buscar acuerdos constantes con cuantos más campos mejor y luego organizan sus eventos en los campos que les resultan más atractivos por la relación calidad precio.

En una ocasión se me ocurrió tratar de organizar en Rovacías un torneo de clubes sin campo. Invité a no menos de diez clubs. Participaron dos. Más de la mitad no llegaron ni a responder a la invitación. No debemos llevarnos engaño. La finalidad de estos clubs es la de aglutinar voluntades para realizar actividades en lugares que son de su interés, no la de aglutinar jugadores para realizar eventos que sean buenos para el golf.

En Euskadi, donde considero que tienen un máster en este tipo de circunstancias por motivos obvios, en algunos campos se ha implementado una política en la que los miembros de clubs sin campo y asociaciones deben tener relación de socio/abonado con un campo de golf para disfrutar de las tarifas reducidas en eventos que los clubs, asociaciones e incluso federación territorial organizan. Este requisito es un paso en la dirección correcta para garantizar un retorno mínimo a los campos. Necesitamos un diálogo con estas entidades, pero un diálogo que tenga en cuenta el valor que aportamos y establezca una serie de requisitos mínimos para el tipo de clientela que aceptamos.
 

 
Esto nos lleva a un tema más amplio: la necesidad de adaptar nuestras operaciones para servir mejor a nuestros propios socios y clientes. Podemos aprender de las actividades organizadas por clubs sin campo y asociaciones, adaptándolas para ofrecer servicios más diversificados a nuestros propios miembros. He visto el éxito de esta aproximación en una ‘liga de correspondencias’ que organizamos en Rovacías para los abonados de nuestro propio campo.

Volviendo a los clubs sin campo y asociaciones, estos acuerdos deben ser beneficiosos para ambas partes evidentemente. En otras palabras, si vamos a permitir que estas entidades utilicen nuestras instalaciones, debemos asegurarnos de que cumplen con ciertos criterios y debemos reconocer que los campos también se benefician de alguna forma de su actividad. Es fundamental que estos clubs y asociaciones comprendan que el acceso a campos de alta calidad no es un derecho, sino un privilegio que viene con responsabilidades y compromisos mutuos.

En conclusión, aunque es probable que siempre tengamos una relación algo tensa con los clubs sin campo y las asociaciones de jugadores, tenemos que adoptar una postura más firme y conjunta en nuestras negociaciones con estas entidades. Deben entender que ofrecemos un valor significativo y que, como tales, tenemos el derecho de establecer ciertos criterios para el acceso a nuestras instalaciones.

Además, podemos y debemos usar estas interacciones como una oportunidad para mejorar y diversificar los servicios que ofrecemos a nuestros propios socios y clientes, siempre teniendo en cuenta que la calidad debe primar sobre la cantidad.
 

Gonzalo Alonso Sánchez es director gerente de Rovacías Golf Comillas.