‘ISO 14001, la norma del golf sostenible’, por Alejandro Nagy

La implantación en un campo de golf de un Sistema de Gestión Ambiental, SGA, siguiendo las indicaciones de la norma internacional ISO 14001 es, sin duda, una de las herramientas más adecuadas para garantizar su correcto mantenimiento diario y su correcta planificación hacia el futuro. Es un medio para asegurarse unas instalaciones sostenibles que no pongan en peligro su propia supervivencia.
Desde hace unos años estamos observando la presencia, cada vez más importante, de una nueva variable en todo tipo de actividad, la llamada “variable ambiental” o “variable de sostenibilidad”, que trata de valorar las repercusiones sobre el medio ambiente y tenerlas presentes al actuar empresarialmente, adoptando el compromiso de causar la mínima alteración ambiental posible. Para ello, una de las herramientas más efectivas es la adopción de un Sistema de Gestión Ambiental, SGA, basado en la norma internacional ISO 14001.
La norma ISO 14001 especifica los requisitos que debe cumplir un Sistema de Gestión Ambiental, aunque sin establecer obligaciones de actuación ambiental, salvo el compromiso de mejora continua y el deber de cumplir la legislación. No declara, por ejemplo, la cantidad máxima permisible de emisión de dióxido de carbono de gases de combustión. El objetivo general del sistema es favorecer la protección del medio ambiente y la prevención de la contaminación teniendo en cuenta las necesidades socioeconómicas de las organizaciones.
En un campo de golf es posible la implantación de un Sistema de Gestión Ambiental aplicando correctamente la ISO 14001 porque tiene materias primas y produce procesos y residuos que hacen que sea necesaria la aplicación de algún tipo de control ambiental sobre ellos. Además de los aspectos generales a tener en cuenta en el SGA, como son el aprovechamiento de la energía empleada en las instalaciones, el control de los residuos generados (especialmente los tóxicos y peligrosos) o la potenciación de la reutilización y el reciclaje de los materiales empleados, existen cuatro puntos clave en la gestión ambiental de los campos de golf: gestión de las especies animales y vegetales (cespitosas y superiores), uso del suelo y modificación del paisaje, empleo de sustancias fitosanitarias y gestión del agua.
Flora, fauna y agua
La construcción de un campo de golf implica una importante modificación del suelo en donde se ubica y del entorno en el que se encuentra. Durante la fase de construcción, los movimientos de tierras, las canalizaciones subterráneas, los acopios y otras actividades alteran las características del suelo de la zona y pueden influir en su régimen hidrológico y en el estado de los acuíferos. De igual modo la creación de un nuevo espacio verde cambia la percepción que se posee de la zona, por lo que debe procurarse la máxima integración en el paisaje evitando cambios bruscos debido a, por ejemplo, bunkers con arena de colores llamativos o formaciones vegetales exóticas.
La flora y la fauna presente en cada campo deben ser atendidas con esmero, ya que en muchos casos es una de las señas de identidad del mismo. Se debe procurar no introducir especies alóctonas (impropias del lugar) que puedan alterar la dinámica ecológica de la zona desplazando o eliminando especies, principalmente las autóctonas. Muchos campos situados en espacios naturales protegidos (parques naturales, parques nacionales, etc.), o próximos a ellos, se han convertido en pequeñas reservas de especies singulares, debiendo tener presente esta particularidad en el SGA.
Por esta razón, las sustancias fitosanitarias, fertilizantes, plaguicidas, fungicidas, regeneradores, etc., que se emplean a diario sobre los elementos vegetales del campo tendrán que estar muy controladas ya que, aunque carecen de componentes tóxicos, su acumulación puede resultar contaminante. La acumulación de fertilizantes, por ejemplo, es perjudicial para las zonas de reserva de agua, tanto las situadas a nivel como los acuíferos subterráneos, al originarse una excesiva concentración de nutrientes (principalmente nitratos y fosfatos) que provoca la progresiva colonización y colmatación del agua, así como su “muerte” por eliminación del oxígeno disuelto. Por otro lado, las sustancias que se utilicen para combatir plagas deberán ser las menos perjudiciales posibles para el entorno.
El agua empleada en el riego y la atención del campo es, sin duda, el punto que más polémica genera al plantear la creación de un nuevo campo de golf en nuestro país. Sin embargo, realizando una serie de buenas prácticas ambientales (controlar el régimen de irrigación, la calidad del agua, emplear agua reciclada, usar agentes humidificadores, asegurar la efectividad del almacenamiento y transporte del agua, emplear sistemas cerrados, etc.), la gestión del agua es tan efectiva y sostenible como la gestión de cualquier otro recurso.
La atención sobre todos estos aspectos y el buen hacer al respecto permitirá poseer un Sistema de Gestión Ambiental que asegure la correcta actividad del campo de golf desde el punto de vista del medio ambiente y de la sostenibilidad. Y todo ello, además, sin perder de vista la máxima de no interferir ni en el juego ni en los jugadores al desarrollar el SGA, ya que al campo de golf se va a jugar, a disfrutar de la naturaleza y a practicar un deporte que, bien gestionado, se integra plenamente en el entorno y puede llegar incluso a mejorarlo.
Alejandro Nagy es fundador de golfindustria.es.