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‘TaylorMade Performance Lab: la mejor experiencia golfística que hay en España’, por Diego Zulueta Piastra

El pasado viernes 1 de octubre tuve la suerte de poder asistir a la presentación de productos para esta temporada de TaylorMade en su Performance Lab de Golf Santander en Madrid. Tan solo puedo expresar mi experiencia en una palabra: ¡Impresionante! Pero comencemos por el principio.

Los treinta afortunados estábamos citados a las diez y media de la mañana. Con puntualidad inglesa, José Enrique Ruiz-Giménez, director del TaylorMade Performance Lab de Madrid, y su equipo, nos recibieron con un detalle de bienvenida digno de los mejores torneos, una gorra TM y una caja de dos bolas premium.

Tras explicarnos la dinámica del día, que duraría cerca de cuatro horas, nos dividimos en grupos de seis personas para ir pasando por las distintas estaciones que nos habían preparado en las que podríamos probar y disfrutar del nuevo material y de varias sorpresas.
 

 
La primera estación fue el Performance Lab de TaylorMade. ¿Cómo definirlo? Lo más acertado sería llamarlo El Nirvana del golfista, que consta de tres estancias:

La primera estancia es la sala de recepción. Una acogedora sala donde poder tomarte un café o un refresco y estar sentado en unos comodísimos sofás mientras hablas con el fitter de la experiencia que vas a disfrutar en el Performance Lab. Asimismo, es una sala que pueden utilizar las personas que te acompañan.

La segunda estancia es una pequeña terraza con un par de puestos de prácticas en el que tus acompañantes podrán probar material y pegar unas bolas mientras tú eres el protagonista de una de las mejores experiencias golfísticas que puedas tener hoy en día en España y en parte de Europa.

La última estancia es el sancta sanctorum del Peformance Lab de TaylorMade: el simulador. Dotado de un TrackMan 4 de última generación y el sistema GEARS 360, que consta de diversas cámaras de alta velocidad y definición, colocadas en todo el perímetro del simulador para captar todos los movimientos del golfista, en tiempo real y en 3D.

Éste, vestido con un traje con sensores de referencia de alta reflectancia y con palos provistos con los mismos sensores, ve cómo se captan cada uno de sus movimientos en una pantalla con una exactitud increíble. La misma tecnología que se utiliza en la industria del cine o la industria de los videojuegos para la captura de los movimientos, pero en este caso al servicio de la mejora del rendimiento en el golf.
 

 
A partir de aquí, José Enrique Ruiz-Giménez, con una extensa y pormenorizada explicación, nos instruyó en la importancia de los datos para adaptar el material al golfista. Si con algo me quedé, además de la importancia del spin rate (óptimo entre las 1.800 y 2.300 rpm dependiendo de la velocidad de la bola) y el ángulo de lanzamiento (óptimo entre 14 º y 18 º) fue con en la importancia del gear effect, con qué parte de la cara del palo golpeamos la bola.

Para hacernos una idea, con mi velocidad de bola, optimizando mi ángulo de lanzamiento, que no es malo, y el spin rate, que tampoco era malo, podría llegar a doscientos cincuenta metros de vuelo y doscientos ochenta metros totales. La realidad es que no llego a doscientos treinta porque pego a la bola muy en la punta de la cara del palo, lo que me provoca una pérdida considerable de distancia y un tremendo efecto de hook. Toca pasar por el taller, pero sabiendo qué es lo que tengo que optimizar… ¡y eso solo con cinco bolas pegadas!

Después de pasar un rato intentando que la baba no me manchara los zapatos con tanta tecnología a nuestro alcance, nos tocó pegarle a la bola con el driver en el hoyo 18 de St. Andrews. Una competición al más puro estilo DeChambeau con un premio muy goloso, un driver de última generación. Visto lo visto, solo al alcance de los grandes pegadores. ¿Ganador? Trescientos cinco metros totales. ¡Otra liga!
 

 
Tras comprobar el increíble estudio de optimización golfística del TaylorMade Performance Lab, pasamos a la estación dirigida por Jorge Simón. Jorge, Seta para los amigos, responsable de fittings de Taylormade en España, Portugal y sur de Europa, nos explicó la importancia de tener un material adaptado a cada golfista desde dos puntos de vista.

Por un lado, la fisionomía del jugador: altura con el largo de la varilla, anchura de la mano para el grip, lie del palo que puede ser más flat o más upright en función de la proximidad a la bola o el plano del swing, y un largo etcétera. Por otro, su técnica: palos diseñados para jugadores muy técnicos u otros para jugadores que necesitan una ayuda extra.

Así pudimos probar toda la gama de TaylorMade. En mi caso, que soy zurdo, pude probar la mayoría de los palos aunque quise centrarme en dos hierros: el superventas P790 y el nuevo P770. Tengo ambos modelos en su versión inicial y debo decir que la mejora es evidente, sobre el en los P790 en cuanto al sonido. Suenan más a forjados. Los P770 son unos hierros fantásticos para hándicaps bajos, con mucho toque y permisividad.

¿Pero qué nos tenía preparado Jorge? Una competición de precisión. Había que intentar dejar la bola más cerca del centro del objetivo. Ahí apareció mi proverbial toque y creo que la dejé cerca de los treinta metros por la derecha. ¡Qué le vamos a hacer! Seta, invítame a otra y juro mejorar.
 

 
Después de demostrar que soy un hacha centrando la bola en el fuera de límites, pasamos a la estación más importante: el green. Aquí, Pablo Herrería, jugador de TaylorMade, nos explicó las diferencias básicas entre los distintos modelos: balanceado de las cabezas para distintos arcos de swing, material, varillas, etc. Los blades más para arcos más pronunciados y palos más balanceados, como los modelos Mallet, para arcos de swing más planos.

Solo tenía ojos para el Spider. Probé el TaylorMade Spider FCG y, sinceramente, no me gustó porque requería mucho arco y mi swing es más plano. Además, no lo sentí sólido, que es como me gusta sentir los putters. Sin embargo, el Spider Ex me enamoró: sólido, estable y con mucho control de la bola. Queda en mi lista de deseos, queridos Reyes Magos…

Pero también había competición. Un minigolf en un putting green recién segado y calentito. El que hiciera menos golpes en cinco hoyos ganaba un putter de su elección. ¡Ese Spider tenía que ser mío! Pero, no. Soy de esos indios que no meten una sola flecha en el objetivo. Diez golpes y a casa.
 

 
Por último, pasamos a la estación de Joaquín Estévez, otro gran pro de TaylorMade. Íbamos a probar la nueva gama de wedges Milled Grind 3 y el High Toe, y Joaquín nos explicó la gran diferencia entre los dos.

El High Toe tiene una punta más pronunciada y estrías por toda la cara. Está diseñado para los jugadores que les cuesta pegar en el centro de la cara del palo. A mí me pareció útil en ciertas condiciones: rough alto y duro, que te asegura un mayor contacto. En cuanto al nuevo Milled Grind 3, nos explicó que el diseño de sus estrías hace que mejore el contacto de la bola en circunstancias difíciles. En condiciones de agua o de rocío, esa miniestría “limpia” la bola, eliminando el agua y mejora el contacto. A mi me encantó el toque del wedge y creo que es una mejora increíble en el arsenal de TaylorMade.

Y, claro, no nos íbamos a ir de allí sin competir contra el pro. El que la dejara más cerca del hoyo se llevaba un wedge y los que la dejaran más cerca que el pro entraban en un sorteo. Sesenta y siete metros con medio 56 apretado. No sé qué fue más descorazonador, si botar la bola pasado un metro del hoyo (la habían dejado a escasos tres palmos) o que acabara dos metros y medio corta de bandera. Sí, ¡casi cuatro metros de backspin! Joaquín, si quieres que te ayude con eso, llámame.
 

 
Mientras todos los grupos terminaban, nos ofrecieron un picnic (había hambre después de cuatro horas sin parar) y la posibilidad de poder seguir probando material, es decir, el sueño de cualquier golfista. Además de dar los premios (de forma virtual porque los palos tendrían que ser adaptados a los jugadores), como guinda del pastel hubo un sorteo con suculentos premios.. y no, no me tocó nada aunque me regalaron dos cajas de dos bolas TP5.

En realidad, sí que me tocó un premio. Tuve la posibilidad de tener una experiencia única. Disfrutar de esas instalaciones, con un grupo humano increíble, unos profesionales de primer nivel y en compañía de amigos con un ambiente maravilloso. Un día perfecto. Porque, en realidad, eso es lo que obtiene un golfista que va al TaylorMade Performance Lab: la mejor experiencia golfística que hay en España. Imagínate por un momento que eres Jon Rahm. Esa es la sensación que tuve. Era Jon Rahm, al menos en el trato… porque, como se ha visto en los resultados, cualquier otro parecido es ficción. Así es como te tratará José Enrique si decides visitarle. Yo no lo dudaría.

Y, al final, ¿lo recomendaría? ¡Con los ojos cerrados! Si te quieres sentir como un profesional, esta es tu experiencia tengas el hándicap que tengas. Porque te van a buscar el material más adaptado a tu fisionomía y a tu swing.

Tras esta experiencia inigualable, tengo la carta de los Reyes Magos repleta. ¿Me lo traerán todo?
 

Diego Zulueta Piastra es responsable del proceso de transformación digital de una puntera empresa del sector de eventos audiovisuales de Madrid y un apasionado del golf.